Para la princesa triste. Que está acompañada pero se siente
sola. Que se ha equivocado, que no era lo que esperaba, que ha dejado de sentir
mariposas en el estómago.
Que espera una flor y solo recibe promesas vacías, un beso después de un “estás preciosa”
cada mañana y la misma sonrisa forzada todas las noches cuando vuelve de
trabajar.
Para la princesa que sueña con viajar y ha de conformarse
con un paseo por la playa cada domingo, haga sol, viento o llueva.
Y que espera una cena para dos el día de su aniversario y
recibe la misma colonia cada año.
Para el príncipe que se levanta cada mañana desde hace años
pensando por que tiene tanta suerte con la preciosidad que duerme a su lado.
Que vuelve corriendo del trabajo y de nuevo encuentra la
floristería cerrada, y a pesar de su cansancio por lo menos no va a privar a su
princesa de su mejor sonrisa.
Que hace horas extra cada semana para llevársela de viaje. Que
siente impotencia al comprobar la subida de gastos del mes, otra vez será, ella
lo entenderá.
Que da vueltas por la ciudad buscando ese perfume que a ella
tanto le gusta.
Para el príncipe que se conforma con verla feliz. Que se
despierta y se acuesta pensando en ella. Que aguanta el frío de la playa en noviembre
con tal de pasar un rato con su niña.
Para ese par de ciegos. Él, que no encuentra la sonrisa que
le enamoró hace años. Ella, que intenta ver con los ojos cosas que son necesarias
apreciarlas desde el corazón.